La verdad es la primera víctima de la guerra: se necesita un nuevo paradigma para evitar la catástrofe

La verdad es la primera víctima de la guerra: se necesita un nuevo paradigma para evitar la catástrofe

4 de febrero de 2022 — El 3 de febrero, el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Ned Price, declaró a la National Public Radio (NPR), que Rusia está planeando hacer “un vídeo con escenas gráficas de falsas explosiones, con cadáveres, actores de la crisis que se hacen pasar por dolientes, e imágenes de lugares o equipos militares destruidos” para justificar una inminente invasión de Ucrania. Esta narrativa, que ya ha sido ampliamente desacreditada, podría utilizarse para dar cabida a un ataque real de la OTAN contra las fuerzas rusas, que entonces sería calificado como “falso”. ¿Podría el mundo sobrevivir a las consecuencias? 

Mientras tanto, Biden envía 3.000 soldados estadounidenses a Europa del Este, y Estados Unidos ya tiene 4.000 soldados en Europa del Este que son parte de un despliegue de la OTAN de 10.000 soldados. ¿Cree usted que incluso 40 o 50.000 efectivos terrestres pueden ganar una guerra con Rusia? Si se pretende la guerra, la única opción para Estados Unidos y la OTAN es la nuclear, que ya pidió el desquiciado senador estadounidense, Roger Wicker, hace unas semanas. Cabe destacar, que ningún miembro del Senado de Estados Unidos, incluido mi oponente Chuck Schumer, ha repudiado esta locura.

Al mismo tiempo, el imperio británico insinúa que el Presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski podría tener que ser depuesto, ya que, a pesar de las firmes advertencias de la CIA, no está convencido de que sea inminente una invasión rusa a Ucrania. Tal vez no reconozca el beneficio de que su nación quede reducida a escombros por una guerra entre las superpotencias.

El Presidente Vladimir Putin, a diferencia de sus homólogos británico y estadounidense, ha sido muy claro sobre lo que está en juego: la colocación de armas nucleares en la frontera de Rusia elimina efectivamente la disuasión de una opción de segundo ataque, y aumenta enormemente el riesgo de una guerra nuclear, incluso por error, ya que el tiempo de respuesta de Rusia en caso de un ataque nuclear real o percibido se reduciría a menos de 7 minutos.

En 1962, el Presidente Kennedy, estaba dispuesto a arriesgarse a una guerra con la Unión Soviética para garantizar que no se colocaran misiles nucleares en Cuba, que está bastante más lejos de la frontera de Estados Unidos que Ucrania de Rusia. Por lo tanto, no debería ser difícil para los estadounidenses comprender las legítimas preocupaciones de seguridad que tendría Rusia sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN.

En 1990, el entonces Secretario de Estado, James Baker III, le garantizó a Mijaíl Gorbachov, que a cambio de una reunificación pacífica de Alemania, la OTAN “no se movería ni una pulgada hacia el este” de la frontera alemana. Desde entonces, la OTAN ha añadido 14 naciones más y se ha movido 1.000 km más hacia el este. Por lo tanto, es comprensible que Rusia quiera acuerdos escritos y jurídicamente vinculantes de la OTAN y de Estados Unidos.

Sin embargo, como el mundo debería haber aprendido de la Segunda Guerra Mundial, los tratados y acuerdos no evitan necesariamente la guerra. Lo que urge es que Estados Unidos rompa con la perversa trayectoria que llevamos desde la muerte del Presidente Franklin D. Roosevelt, al final de la Segunda Guerra Mundial. Roosevelt había advertido que si se permitía que prevalecieran los “métodos coloniales británicos” y se mantenía a las naciones oprimidas y empobrecidas, pronto veríamos otra gran guerra.

El finado estadista, Lyndon LaRouche, veterano de la Segunda Guerra Mundial, de quien celebramos el centenario de su natalicio este año, advirtió de manera premonitoria, cuando Hillary Clinton se carcajeaba del brutal asesinato del líder libio Muamar Gadafi, que la guerra de Libia formaba parte de una trayectoria que conducía a la guerra con Rusia, e incluso con China. Ahora estamos ahí.

Helga Zepp-LaRouche, viuda de Lyndon LaRouche y fundadora del Instituto Schiller, ha propuesto una alternativa a este camino que nos lleva rumbo a la aniquilación. El punto de inflexión es el destino del pueblo de Afganistán, que actualmente está condenado a una muerte tortuosa por inanición y enfermedades debido a las sanciones y a la decisión de Estados Unidos y de bancos europeos de congelar sus fondos tras la abrupta salida de Estados Unidos de este país. En este momento, más de 7 millones de niños pasan hambre, y un millón está a punto de morir.

Estados Unidos, Rusia y China podrían combinarse para liderar un esfuerzo en el que participen las naciones vecinas, no sólo para suministrar la ayuda humanitaria que se necesita desesperadamente, sino para construir un sistema de salubridad moderno y plenamente operativo en esa nación devastada por la guerra. Esto requeriría de nueva infraestructura para suministrar agua y electricidad junto con modernos sistemas de transporte. Obviamente, el Talibán tendría que estar en el centro de las negociaciones; ellos ya han iniciado conversaciones con muchas de estas naciones, y no tienen nada que ganar con el sufrimiento de su pueblo.

Esta iniciativa, denominada por Zepp-LaRouche “Operation Ibn Sina” (Operación Avicena), en honor al brillante erudito y médico islámico nacido en esta región hace más de 1.200 años, es la oportunidad de crear confianza entre las principales potencias, ahora peligrosamente cercanas a la guerra, al tiempo que se evita la inminente muerte por inanición de hasta 23 millones de personas.

Al adoptar la “Operación Avicena”, Estados Unidos podría evitar la guerra nuclear y salvar la vida de millones de personas en Afganistán. Es urgente actuar ya. Como los poetas han entendido mejor que los políticos, la ley universal dicta que el destino de estos niños hambrientos es probable que se convierta en el tuyo propio, mucho antes de lo que imaginas.